sábado, 11 de agosto de 2012

Mundo de sombras

"Mundo de sombras"

El sol comenzaba a relumbrar en el horizonte, con su fulgor característico despuntaba el alba de un día soleado, el escozor en la piel comenzaba a sentirse y poco a poco el dolor fue claramente perceptible.

La resignación se veía claramente en su mirada, aquel pobre apretaba la mandíbula tratando de tener, al menos en sus últimos minutos un poco de la dignidad que había perdido.

Levantó su mano y vio aquella quemadura, que ahora carecía de forma, lo peor de su corta maldición fue que ni siquiera pudo tener presente un recuerdo palpable de la causa de su caída.

Retomó mentalmente los sucesos que lo llevaron hasta aquel tejado, una despejada mañana de Agosto, y, valiéndose de sus mejores memorias, pudo esbozar un remedo de sonrisa.

Había perdido todo, pero faltaba poco para que aquello no tuviera importancia.

Y si acaso existía el infierno. Al menos otro, diferente al que ya vivía en ese momento, allá tendría mucho tiempo para pensar en su desastrosa decisión.

El sol ya casi se asomaba en tras las montañas, el cielo ya estaba claro y ahora su piel hervía de manera insoportable.

Ampollas burbujeaban bajo su mortecina epidermis, y a ratos perdía el control de su semblante, cediendo a gestos de agonía.

Aquel dolor era, sin embargo menor que el que por dentro llevaba.

Apretó los puños sobre el caballete del tejado, y a ratos sus uñas hacían surcar canales entre las tejas.

El astro rey estaba por salir, cuando desde abajo el tejado fue perforado.

Aquel pobre, cuyo dolor era ya insoportable, cayó entre las refrescantes sombras, y su piel regresó a su estado normal.

Maldijo mil veces, en voz alta y baja aquellas manos que lo libraron, y corrió con intensión de salir por la puerta, sin lograrlo nunca.

Decenas de manos lo detenían, no le permitían partir a alcanzarla.

Ojos amarillos brillaron entre las sombras, varios pares, que enfocaban con mirada acusadora a aquel pobre.

-Déjenme salir malditos espectros, déjenme partir a alcanzar a aquella de quien me apartaron -gritaba con desesperación, sin que se obtuviera respuesta alguna.

-Déjenme salir, y que mi cuerpo se vuelva ceniza, tal como el de aquella a la que mataron -seguía clamando sin recibir contestación.

-Déjenme salir, déjenme degustar el descanso eterno, yo fui libre, fui mortal, quiero morir de nuevo, pero esta vez, ya no quiero abrir los ojos -aquellos ojos amarillos seguían contemplando mudamente, y aquellas manos que aprisionaban no dejaron de detenerle.

-Déjenme salir, maldita sea, ella me dio la segunda vida, porque no me dejan marchar ahora que a ella la han arrojado a lo más profundo del infierno. Si lo único que le espera a nosotros, los habitantes de las sombras es la condena eterna, déjenme partir de una vez, ahora que se que ella está allá -por cuarta vez gritó sin obtener respuesta.

Aquellas inhumanas miradas, aquellos ojos lo seguían contemplando, y aquellas garras pútridas, manchadas con siglos de sangre continuaban deteniéndolo.

-¿Acaso se están burlando de mi? ¿No les bastó obligarme a ver su ejecución? ¿Verlos sorber su segunda vida a través de su cuello sangrante? ¿Saber que aquellos ojos me veían por última vez antes de cerrarse para siempre? ¿No bastó con ver su piel convertirse en cenizas mientras me obligaban a sujetar su viejo crucifijo?

Aquellas miradas seguían sin acusar respuesta, y aquellas manos seguían sin ceder espacio.

un susurro en el viento hizo conocer el significado de aquella macabra broma. Cuando el sol ya había salido y las aves amenizaban la mañana con trinos, una voz tras de su oído le hizo saber el por qué de aquella burla.

-Ya veo -dijo con resignación-, la maldad no muere con el hombre, la envidia no perece cuando este lo hace. Somos seres codiciosos, egoístas y crueles y aun cuando nos convertimos en carroña continuamos conservando nuestra esencia. -sonrió amargamente- Pero reconozco que tienen razón, si ella estuviera aquí, este mundo de sombras al que estoy condenado, no sería una maldición.

No hay comentarios: