sábado, 11 de agosto de 2012

Cronicas del dia Z # 7

"Las crónicas del día Z"
(7ma. Parte)

Una derrota no resta dignidad a una pelea, y los EFEM pelaron con valor. Pero el mundo de los no muertos tenía reservada la muerte para muchos de sus protegidos. San Juan de Ulúa resultó ser un refugio, pero los no muertos extendieron sus dominios incluso dentros de sus muros. El como, sigue siendo un misterio...

La nostalgia es un sentimiento fuerte, sobre todo cuando se encuentra en soledad. Alejarse de la familia o de los amigos produce en nosotros el anhelo de volver a verlos, un deseo que se incrementa con el paso del tiempo. Ese anhelo se lleva a niveles insospechados cuando despues de dar por perdido algo, reencontramos algo que nos conecta con aquello. ¿Hasta donde nos puede llevar en deseo del reencuentro? ¿Cuanto estamos dispuestos a arriesgar por reencontrarlo?

NOSTALGIA

La tormenta azotaba implacable contra aquellos muros enmohecidos, los relámpagos de aquella noche iluminaban los rincones de aquella vieja construcción, y los poderosos truenos, retumbaban en el gigantesco vacío, produciendo una estruendosa melodía al acompañar a las gotas de agua que caía a estrellarse, como kamikazes sobre la piedra. El embravecido mar, golpeaba con orgullosas olas aquel enorme y antiguo edificio, pero este, soberbio soportaba sus embates, como si recordara todas las tormentas de las que había salido victorioso.
Aquella impresionante escena parecía sacada de una película de terror, pero eso no era algo que disuadiera a Valeria o a alguno de su compañía. Ella recordaba en sus adentros las películas de terror, se imaginaba que en lugares semejantes siempre habitaba un vampiro. Un refinado conde, cuyo único interés culinario era sorber la sangre tibia del cuello de alguna inocente jovencita.

-Al menos ya no cuadro en ese concepto -Se decía a si misma, mientras ordenaba a su compañía, redirigir sus pasos hacia la explanada de lo que alguna vez fue un estacionamiento.

La tormenta ocultaba en cierta forma sus movimientos, pues, hasta donde ella sabía, de esa forma no los oían.

Un concepto no del todo errado.

-Ya hace mucho que no se encuentran supervivientes -se recordaba a si misma con tristeza, como reflexionando en la posible inutilidad de su búsqueda, pero eso no la hacía retroceder, su destino estaba casi frente a ella, solo faltaba que pudieran entrar para ver que sucedió en aquel lugar, en la enorme e impresionante fortaleza de San Juan de Ulúa.
Su grupo estaba preparado, no se trataba de hombres curtidos en las armas, solo de gente fiel a su dirección, cuyo único fin era confirmar la existencia de otro refugio unos kilómetros más arriba. Hubieran preferido hacerlo por mar, pero la tormenta lo impedía. Era el mismo vendaval que había llevado flotando trozos de madera y pertenencias personales, casi todos manchados de sangre, pero revelando que ha unos kilómetros había, al menos hasta hace poco, un grupo de gente luchando por vivir, alguien más con quien unir fuerzas.

La noticia de tal hallazgo dentro del refugio asombró a todos, pues nadie había pensado que, después de tantos años, aún hubiera gente luchando en algún lugar cercano. Pero la noticia impresionó aún más a Valeria, quien, inmediatamente fue con el Sargento Almarraga a pedir autorización para investigar la posible existencia de sobrevivientes del refugio de San Juan de Ulúa.

Valeria se mostraba extrañamente interesada. Al Sargento le habían llegado informes de que Valeria había soltado lagrimas cuando vio aquel papel, Almarraga supo inmediatamente el por que, y aun cuando salía totalmente del protocolo de incursión al área infectada, dio permiso a Valeria de partir junto con 6 hombres de confianza a su cargo y cuidado.
Almarraga dio instrucciones de total hermetismo en cuanto a lo que encontraran en aquel lugar, nadie dentro del refugio debía saberlo. Y, luego de aceptar, salieron de inmediato.

Valeria y sus acompañantes sortearon los peligros de la costa con gran maestría. Luego de 20 años de salidas a tierra estaban más que preparados para semejante proeza. Habían luchado por su vida desde hacía 20 años, cuando el planeta tierra se había convertido en el hogar de las pesadillas y la más obscena de las ideas. Cuando la muerte comenzó su rebelión azotando con furia caníbal a la orgullosa raza humana.

Valeria, que en ese entonces tendría unos 15 años, perdió todo cuanto tenía. Excepto las ganas de vivir, y esas ganas la condujeron desde su hogar en el norte del país que en el mundo antiguo conocían como México, hasta aquel refugio costero en lo que antes se conocía como Veracruz...
La segunda más larga y peligrosa travesía de la que tenía conocimiento. Habían avanzado hasta el derruido muelle y ahora podían ver claramente como a lo largo de todo el perímetro del fuerte se hallaban flotando trozos y embarcaciones medio destruidas por el oleaje y el viento, pero que habían sido recientemente ocupadas, se percibía claramente que habían sido usadas hasta hace poco.

Valeria había comenzado a buscar con la vista una manera de cruzar sin exponerse a acabar muertos o en el agua, que a estas alturas sería lo mismo. El mar estaba embravecido y si alguno caía, el oleaje podía estrellarlo contra las ruinas de viejas naves o llevarlo a mar abierto y ahogarlo.
Valeria pensó en usar como refugio un viejo bote de 12 metros, lo atarían al muelle y usarían la cabina como dormidero, seco y seguro. Pero la idea fue inmediatamente rechazada.

Se pudo percatar de movimiento en la cabina, y Valeria supo de inmediato que no se trataba del guardacostas.

Pensó en buscar un refugio entre los edificios de la zona, pero era demasiado tarde. Ellos los habían localizado. Los no muertos, aquellas cosas que nunca debieron existir, la cúspide de la estupidez humana, o el castigo por todo la maldad que siglos y siglos se había acumulado.
Cualquiera hubiera pensado que después de 20 años aquellos cadáveres se debieron caer a pedazos, convertidos en pulpa podrida por la descomposición natural. Pero si ya de por si era antinatural que un cadáver caminase y se alimentase de seres vivos, no era tan extraño que no se descompusieran.
Las pútridas caras, apenas distinguibles por la tormenta se enfocaban en Valeria y compañía.
Sus opciones ahora eran huir o morir. Sus hombres alistaron sus precarias armas, un par de garrotes con puntas de metal fijadas a lo largo, unas viejas ballestas, un par de arcos y apenas un arma, oculta entre la ropa de Valeria, una vieja Glock 17, que apenas había salido del cajón después de 20 años.
Aquel regalo que representaba vida y oportunidad, con las mismas 17 balas con las que había llegado a sus manos, acompañada de los mismos 3 cargadores con los que siempre había venido.
-Casi podría jurar que huele igual -Pensó con nostalgia, mientras ordenaba que corrieran hacia lo que alguna vez fue el baluarte de nuestra Señora del Pilar, cerca del antiguo estacionamiento.
El muelle también estaba roto. Así que saltaron al agua, siguiendo a Valeria que no lo pensó siquiera, y se arrojó al mar suplicando al cielo que no hubiera no muertos en esa zona.
Salieron al lado opuesto, empapados, temblando, pero sanos y salvos.

-La tormenta debió arrastrar a los zombies de la zona. Pero será mejor que no volvamos a hacer algo así -Dijo Marcos, un joven soldado de apenas 19 años- Puede ser que la próxima vez no tengamos tanta suerte.

Marcos era joven, no había conocido nada del mundo anterior al apocalipsis. Su padre había muerto años atrás en una de las expediciones a territorio hostil. Su madre murió de una Pulmonía hacía apenas unos meses. Él era uno de los más aguerridos a la hora de salir por herramientas a la zona hostil, y ahora la esperanza de poder encontrar supervivientes, tal vez, incluso un médico, lo motivó a ofrecerse como voluntario una vez que escuchó al general darle permiso a Valeria de salir a esta búsqueda.
-Lo siento Marc-dijo Valeria con voz cansada- Es solo que...
-Yo también quiero encontrarlos -Interrumpió- pero no a costa de la vida de alguno de ellos.

Marcos señaló con la vista a los otros 4 reclutas. Valeria y Marcos sabían que algunos apenas tenían 17 años, tal vez menos, pero las constantes bajas en las expediciones hacían necesario que ellos salieran a la tierra de los no muertos. Valeria sintió un remordimiento por traerlos a esta búsqueda, que ella consideraba en gran medida personal.
-Si los encontramos, valdrá la pena -se dijo para acallar su conciencia.

Rodearon el baluarte, pero la oscuridad de los nubarrones les impedía saber que peligros podrían en encontrar bajo el agua.
-Deberíamos intentarlo mañana por la mañana -dijo Antonio, uno de los jóvenes de la compañía.
Luego, apuntando con una de sus flechas hacia una estructura que apenas y asomaba entre el oleaje, dijo- Podría jurar que aquello es una quilla, si el mar no arroja contra embarcaciones hundidas acabaremos muertos.
Antonio tenía un año cuando la extinción humana empezó. Desde hacía dos años que salía del refugio, y practicaba con un viejo arco que encontró en una de las expediciones. Un arma de practicidad limitada, pero que podía tener la ventaja de recuperar algunos de los proyectiles.

Casi todos apoyaron la idea, pero Valeria no podría dormir con la idea de que tal vez ahí adentro de aquella enorme construcción que se alzaba frente a ellos podría haber personas que necesitaban ayuda. Por eso comenzó a dar vueltas por el baluarte tratando de hallar una forma de llegar hasta el fuerte.
Su rostro se iluminó cuando tropezó con una enorme y gruesa cuerda que salía de una de las esquinas del baluarte y que se perdía entre la negrura de las olas. A juzgar por la dirección que tomaba, podría apostar dos días de raciones a que iba a dar directo a la fortaleza, como una especie de línea de comunicación desde la cual se impulsaban o halaban para no ir remando a tierra.
-Si nos sujetamos bien de la cuerda, podríamos llegar hasta allá sin problemas.

Los seis jóvenes se miraron extrañados. ¿Que podía hacer que Valeria tuviera tantas ganas de llegar a la fortaleza? No se detuvieron ni un momento a preguntar. Ricardo, uno de los ballesteros dijo:
-Ok, iremos ahora, pero solo si permite que yo o alguno de nosotros cruce primero, para ver si es seguro.
Valeria aceptó casi obligada.

Ricardo y Gustavo, el otro ballestero se lanzaron al agua sujetándose firmemente de la soga. Cuando ya casi llegaban al otro extremo, el resto del grupo comenzó a cruzar también.

San Juan de Ulúa estaba silencioso como una tumba. Y en realidad no había adjetivo que le quedara mejor. Pero extrañamente no había sangre. Al menos no como se esperaba.
-La tormenta debe haber borrado la sangre -Dijo alguien en la compañía, mientras cruzaban la entrada.
El interior de la fortaleza estaba acondicionado para la vida "cómoda", dentro de las limitaciones del nuevo mundo. Había herramientas, y utensilios que probaban la autenticidad del escrito encontrado. Lamentablemente también había señales de lucha. Decenas de cuerpos tirados en todos lados. Algunos decapitados, otro con flechas o hachas en la cabeza. Y algunos no muertos inmóviles, creados al modo que los supervivientes llamaban "DDT", Desmembramiento y Destripe Total, en el que la brutalidad del ataque dejaba lisiado a la víctima.

Había docenas de objetos que ahora se empapaban con la lluvia y que daban fe de que al menos medio centenar de personas había vivido en aquel refugio. Pero el como habían atacado los no muertos, era un misterio.
El donde estaban los atacantes, no lo sería por mucho tiempo.
Varias siluetas comenzaron a moverse entre los escombros del interior. Inmediatamente pensaron en regresar al mar, pero varias siluetas ahora bloqueaban la posible salida. El arco no era un arma muy eficaz bajo la lluvia y el viento, y la ballesta no alcanzaría para acabarlos. Marco tomó a Valeria por el brazo y la haló por entre los no muertos que ahora se acercaban de los lados, sin darle tiempo de reaccionar de alguna forma. Estaban muertos si se quedaban quietos, y ciertamente no aumentaba sus posibilidades correr hacia el interior de una fortaleza recién caída, pero al menos eso le daba tiempo para pensar. Corrieron por la explanada interior, y llegaron hasta una serie de arcos que se extendían en una oscuridad que parecía interminable. Pero a donde quiera que veían solo hallaban no muertos.
Apenas eran las 3 de la tarde, pero los nubarrones oscurecían dando una apariencia de penumbra, y las frías gotas no ayudaban a la visibilidad.
El grito desgarrador de Agustín, uno de los arqueros hizo pensar en lo cerca que estaban lo no muertos, pero al menos esta vez aun no habían sido aquellas pútridas mandíbulas, solo se había caído, pero el impacto había terminado lo que la mala alimentación comenzó, y una de sus piernas se había fracturado.
Antonio se apresuró a levantar a su camarada, mientras empuñaba firmemente su garrote con la otra mano. Miraba con resignación los pinchos de su arma, pensando que tal vez aquella fractura sería la muerte de ambos.
Valeria y Marcos regresaron a ayudar a Antonio y Agustín, pero cuando ambos lo levantaban, Valeria fijó su vista en un objeto que estaba justo entre ellos y los no muertos que salían de una escalera que conducía a una torre. Extrañamente comenzó a correr en dirección a los no muertos, y luego de levantar un objeto alargado del suelo, pero dos de ellos ya estaban demasiado cerca de ella...
Dos detonaciones rompieron la sinfonía que ofrecía la tormenta, y los cuerpos de los dos no muertos cayeron con un agujero en la frente cada uno. Valeria corrió en dirección del asombrado grupo que se había quedado atónito y desconcertado por lo ocurrido.
-¡Carajo! ¿Se piensan quedar ahí todo el día? ¡Córranle!
El grupo siguió su rumbo, Marcos se detuvo un poco a esperar a Valeria, quien traía arrastrando una vieja espada machada de sangre.
-Explícame dos cosas, primero, de donde putas sacaste munición a estos años, y por que no nos dijiste. Y segundo, por que madres arriesgaste tu vida por ese condenado pedazo de metal.
-Esas son tres cosas -Dijo Valeria mientras se adelantaba para cubrir el avance. Dos detonaciones más, y un par de no muertos menos.
El grupo llegó, sin saber como a una escalerilla estrecha que terminaba en una portezuela superior de una madera bastante firme y gruesa.
Un excelente refugio que merecía un momento para ser analizado, pero el momento duró muy poco, pues la prisa era mucha, casi tanta como el número de zombies que estaban tras ellos. Así que, sin ningún cuidado se lanzaron corriendo hacia el interior de aquel refugio, a una estancia húmeda, que hace cientos de años había sido el calabozo de la fortaleza, pero ahora era la estancia más acogedora en muchos kilómetros a la redonda.
Cerraron la puerta, la afianzaron lo mejor que pudieron con un par de leños y se miraron unos a otros, iluminados muy escasamente con la luz que entraba por una pequeñísima ventana. Valeria, levantó con ambas manos la espada, y la observó con tristeza.
Marcos puso su mano en el hombro de la mujer, y esta por un momento se sintió en un pasado remoto. Se encontró a si misma hace 20 años, cuando aún había esperanza de que esto fuera un mal sueño, cuando aún había quien creía que acabaría solo, y tan rápido como empezó, cuando aún había quien creyera que podrían volver a hacer sus vidas normales, regresó al día en que alguien puso su mano de esa misma forma en su hombro, y le dio un arma que prometía salvarla de la muerte. Pero la voz de Marco le regresó al presente...
-¿Por que trajiste esa espada? Valeria volvió su rostro hacia el de Marcos y comprendió que aquel había muerto y que todo aquello era un sueño solamente, un sueño entre toda esta pesadilla. Por eso cuando regresó a la realidad, las lágrimas la acompañaron, regresaron con ella desde hace 20 años, y no tuvo más remedio que ceder a la nostalgia.
Marco repitió la pregunta, esta vez sintiendo extrañeza al ver la repentina reacción de Valeria.
-¿Por que trajiste esa espada, que pasó?
Valeria soltó un suspiro, y luego de enfundar su Glock, y de empuñar aquella vieja espada, se sentó con la espalda a la pared y dijo:
-Siéntense muchachos, es hora de que les cuente como llegué a Veracruz, de que les cuente el por que de esta búsqueda.

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