sábado, 11 de agosto de 2012

Cronicas del dia Z # 6

Juan tomó una decisión, y optó por la muerte. Su miedo y desesperación lo llevó a terminar con su existencia justo antes de contemplar que podía haber tenido otras opciones, nuestra mente nos puede tender trampas que jamás esperaríamos. Pero aún existen historias inconclusas.

Existen historias que han sido convertidas en epopeyas y en relatos épicos, pero existen otros que por su relevancia han sido admirados por sus espectadores, aún cuando anuncien que en realidad no hay esperanza sino sacrificio. El final de una historia y el principio de otra, el último grupo de humanos trata de sobrevivir a la última gran prueba que le sobreviene. Los cuatro jinetes del apocalipsis, y un sobreviviente solitario intentarán llevar a salvo a su grupo hasta el final.


"Las crónicas del día Z"

6ta. Parte

"EFEM"

Una larga travesía estaba por concluir. Las perspectivas eran sombrías. Tan cerca de la salvación, y a la vez, tan lejos de esta. Sin embargo, Blasco, tan sucio y tan cansado como alguien podía llegar a estarlo, no podía evitar pensar en que en realidad, era un final apropiado para su larga travesía.

Había salido de su hogar en un pequeño pueblo de la Sierra norte de Puebla luego de que la noticia se difundiese por todos los medios informativos. Algo aterrador reptaba entre las sombras y avanzaba incansable. Su familia fue su primer obstáculo, nadie esperaba que estuviera hablando en serio cuando habló de atravesar solo el país, pero, dándoles más recomendaciones que nada, los mandó solos a ellos al último lugar que podía continuar siendo seguro, el museo de la fortaleza de san Juan de Ulúa.

La última consigna que tendrían una vez que hubieran llegado era bloquear o destruir el muelle que unía la taquilla con el Baluarte de Santiago, la única entrada que él conocía. Segundo, y prioritario, asegurar el lugar y buscar otros posibles métodos de entrada, luego, asegurarse de que no fuera posible acceder por ellos. El mar sería su primer línea de defensa, luego, los altos muros de la fortaleza.

Si su familia llegó o no, era algo que no supo durante los días posteriores a eso. En realidad, no le importó mucho, durante los días siguientes a esa despedida, Blasco tuvo que sortear peligros que solo había conocido en pesadillas. Los no muertos estaban dominando la tierra, colonizando territorios y rompiendo fronteras. "Los zombies no matan, reclutan" le dijo un sobreviviente que lo ayudó un par de días después que salió de su casa. Ese viejo excéntrico fue quien le dio una espada, una esperanza de apoyo cuando el plomo escaseara.

¿Armas de fuego? tuvo algunas, según dicen, pero ninguna tan representativa en él como aquella fiel espada. El anciano aquel, de nombre desconocido, fue un compañero fiel, hasta que la muerte lo alcanzó unos días después de aquel regalo. Sin embargo, Blasco no permaneció solo mucho tiempo. Apenas un par de días después, encontró otro pequeño grupo de sobrevivientes a quienes acomodó en un anuncio de la vieja civilización.

Luego, encontró un militar, Máximo, y por varios días, ambos se cubrieron las espaldas, y lograron llevar a casi todos los sobrevivientes que hallaron, a salvo hasta la capital del estado. Encontraron personas que no quisieron acompañarlos, que prefirieron buscar San Juan de Ulúa, u otros refugios por sus propios medios, pero jamás fueron vistos de nuevo.

En Puebla, salvaron a una chica de algo peor que la muerte, y rescataron a los mejores amigos de Blasco. Omar Valera y Giovanni Gómez. Omar, animoso y entusiasta, positivo hasta hartar, pero fiel a la causa; Giovanni, calculador y prudente, fuerte y decidido.

Una vez que el primer objetivo fue completado, Blasco dio instrucciones a sus amigos: ir a San Juan de Ulúa, y asegurarlo de tal forma que los no muertos no pudieran entrar. repitió las instrucciones dadas a su familia, consciente de que tal vez no hubieran llegado. Ese pensamiento le atormentaba desde el primer día, al igual que el pensar que probablemente no llegaría a tiempo a su destino, pero ya había resuelto en su mente a no pensar en eso desde que salió de su hogar, aquel día olvidado.

Omar y Giovanni consideraban un líder a Blasco, el hecho de que los encontrara en Puebla, aún sorteando a los no muertos, solo reforzó esa idea. Máximo lo respetaba, se había ganado su respeto desde el primer día y cada día se lo ganaba más. Tomaron la decisión sobre el techo de una gasolinera. Omar quería acompañar a Blasco, pero este no se lo permitió. La búsqueda que iba a realizar era personal, y probablemente, incluía la muerte como final. Blasco confiaba en que sus amigos tendrían la suficiente habilidad como para llegar hasta San Juan de Ulúa.

Llamaron a su formación, a su escuadrón de cuatro hombres, EFEM, Equipo Final de Erradicación de los Muertos. A nadie le importó que sonara estúpido. al final de cuentas, tal vez sería la última estupidez que dirían juntos, y como una cálida despedida, todos explotaron en carcajadas, tal vez de sincera alegría, al olvidar un momento sus sombrías expectativas, tal vez solo era una reacción nerviosa normal. A estas alturas, ese es un punto sin importancia.

Blasco abandonó a su equipo y partió hacia Michoacán. Les dejó todas sus armas, excepto la espada. Quería darles todas las ventajas posibles, no sin antes recomendarles que solo las usaran en caso extremo, pues era mejor ser discretos al avanzar. Él mismo se aplicó el consejo, y luchando solo lo necesario, avanzó desafiando a la muerte, con la esperanza de llegar a tiempo a su objetivo.
Los detalles y desafíos en su viaje fueron más marcados por la suerte que por la habilidad. Si Dios existe, fue él sin duda el que lo condujo con bien hasta la meta de su travesía.

Una chica.

Cualquiera pensaría que es una estupidez arriesgarse tanto por una mujer, pero los que saben de eso afirman que el amor y la locura, comparten mucho de su identidad.

El punto fue que María estuvo encerrada en su casa, sin hacer ruido, ella ni su madre, tal como Blasco le había indicado por teléfono, poco antes de que todos los servicios cayeran a nivel mundial.

Ella estuvo al tanto de noticias que Blasco, por sus constantes idas y venidas en afán por encontrarla, no supo. Ella sabía que sus posibilidades de supervivencia, si es que Blasco no llegaba era de 0. Todo el mundo que conocían se había ido al carajo, diciéndolo de la forma más amable. Militares y científicos tomaron en sus manos la situación, poco después de los primeros días de aparecer, pero, al cabo de apenas unas cuantas horas, fue más que claro que ellos no podían hacer nada, hasta que, finalmente, el mundo se vino abajo.

Un día, ella y su madre, movidas por el hambre y la desesperación de no tener más alimentos en su hogar, decidieron abrir la puerta, y salir a buscar algo en casa del vecino.

Fue ahí cuando la madre de María murió trágicamente.

Un hombre y una mujer, a los que le faltaban pedazos del rostro y brazos, atacaron y devoraron a la mujer frente a María. Esta corrió hasta su hogar y se encerró ahí, por más de dos días. 52 horas y media estuvo escuchándolos golpear la puerta de metal. El ruido atrajo a más creaturas que arañaban y golpeaban las paredes. María lloraba y se encogía en un rincón, sin poder dormir, pensando que en cualquier momento echarían abajo la puerta. Dio un salto cuando oyó la voz de Blasco.

5 minutos antes, los ruidos se calmaron. Los no muertos sintieron la presencia de alguien vivo, y avanzaron con ansias asesinas. Blasco se encargó de ellos.
La travesía de regreso hizo que los nervios de María casi estallaran.

Blasco se había insensibilizado más, pero la preocupación por que nada le pasara a María, le hacían pasar malos ratos en todo momento.

Hicieron un pacto.

Si la cosa se ponía fea, Blasco pelearía hasta el fin, Mientras María escapaba por sus propios medios hasta San Juan de Ulúa.

Encontraron a más personas, lo que hizo que Blasco se sintiera un tanto más confiado. Una mujer llamada Lucero, que sin que ella lo supiera, estaba embarazada, un hombre llamado y dos niños. Poco a poco María fue ganando fuerza, en parte por la adaptación natural del ser humano, en parte, por la fuerza que le infundía Blasco, quien temía que si él moría, ella no tuviera fuerzas para seguir.

La habilidad de planeación que logró desarrollar Blasco, según se cuenta era asombrosa. solo superada por su habilidad con la espada. Pero el desafío final, ante esta y su valor, fue probado cuando estaban por concluir su viaje. Justo en la situación que cité al principio.

Estaba frente a San Juan de Ulúa, solo separado por el mar y por cientos de no muertos que se apilaban contra la costa, atraídos por la sensación de que había humanos vivos en algún lugar cercano.

Los EFEM no habían podido cruzar tampoco. Habían quedado atrapados en el Baluarte de Nuestra Señora del Pilar, cerca del estacionamiento. Habían derribado el muelle, pero no podían llegar hasta la Fortaleza. El camino de la costa estaba atestado de no muertos y en el agua había algunos deambulando por el fondo. No tenían botes, y además de los EFEM había otros cinco civiles. Una chica de nombre Meli, fue quien divisó que los no muertos se alteraron, como a eso del medio día.

El rugiente motor de una camioneta Blazer resonó en las desoladas calles de Veracruz.

Omar, Giovanni, Máximo, Meli y los otros sobrevivientes vieron al vehículo, aparecer y avanzar a toda velocidad en línea recta, derribando No muertos a su paso, para luego estrellarse estruendosamente en un auto mal aparcado como a 5 cuadras de lo que había sido el comienzo de la carrera. Los no muertos comenzaron a rodear el vehículo, y de un momento a otro, todos los no muertos de aquel malecón se dirigieron hacia la camioneta y la rodearon buscando a sus ocupantes. Pero todo había sido un señuelo...

Blasco, María y los otros sobrevivientes que los seguían aparecieron desde la esquina y comenzaron a correr en dirección a la taquilla, tratando de alcanzar el muelle que unía a la fortaleza con la tierra. Pero, los no muertos, los percibieron, y comenzaron a regresar, sin darles la oportunidad de alcanzar su objetivo.
Omar y Giovanni comenzaron a gritarles, Blasco, al ubicarlos, dirigió a su grupo hacia ellos, mientras él, cubría la retaguardia.

Al llegar a los restos del muelle que unía la edificación con la costa, María soltó el "Plan B" como lo llamaba Blasco, una Balsa inflable, que, en pocos segundos sirvió de medio para alcanzar el otro lado. Llegaron a otro lado, con apenas unos segundos de ventaja. En cuanto pisaron tierra firme, los no muertos ya habían llegado al estacionamiento.

Un momento de descanso, para diluir la adrenalina, y ambos equipos se pusieron al tanto de la situación. Si la familia de Blasco estaba o no en la fortaleza era un misterio, aunque, estaba por demás decir que el muelle si había sido derribado, con lo que Blasco tenía cierta esperanza. Sin embargo, la comida en el Baluarte estaba agotada, y el equipo de Blasco apenas y llevaba víveres. O actuaban rápido, o era el fin del camino para todos. Salieron a contemplar el panorama trasero del baluarte, pero era aún peor. Varias naves habían sido encalladas, otras estaban claramente semihundidas y había decenas de no muertos, fondeando por todos lados. Si trataban de avanzar así con la balsa inflable, terminarían en el agua, y probablemente muertos.

Blasco se quedó unos minutos pensativo, mirando hacia la pared. Luego, cuando volvió a ver a María, apenas dilató 3 segundos y tuvo una reacción inmediata.
Se puso en pié, y volteando a ver a sus compañeros y amigos, dijo.
-¿Hay alguien aquí a quien amen? ¿Hay alguien allá afuera por quien quieran venganza?
Todos lo vieron extrañados, y entonces él añadió:

-En otras palabras, ¿hay algo que los motive a pelear una vez más, con todas sus fuerzas? Si lo hay, acompáñenme, a esta última pelea.

-¿Que pretendes? Inmediatamente preguntó Omar

- El tramo que separa este muelle, del de la taquilla no es largo, las personas que están aquí refugiadas podrían llegar corriendo, si no fuera por los no muertos. Lo que pretendo, amigo Omar, es crear una distracción que permita que estas personas puedan correr hasta allá, y alcanzar la parte más profunda de la costa. Donde están a salvo de los no muertos, y de los barcos encallados. El problema está en que yo solo no crearía una distracción suficiente.

-Yo le entro- dijo Omar sin pensarlo.

-Yo también- Lo secundó Giovanni.

-Y yo- Añadió inmediatamente Máximo. María y Meli inmediatamente se incluyeron, pero Blasco no les dio oportunidad, les explicó que desde que se separaron en Puebla, la comisión que tenían era llevarlos a salvo hasta San Juan de Ulúa, y dejarlas pelear no estaba en los planes.

De los sobrevivientes que quedaban, aún había 3 hombres más, pero dos de ellos se negaron rotundamente y uno más, el que llegó con Blasco, aceptó vacilante.
Blasco atrajo con golpes en el agua a los no muertos que fondeaban en las cercanías. Descubrió que eran bastante lentos. Sin embargo, no podía subestimarlos, puesto que eran bastantes.

Una vez que los atrajo hasta la parte más profunda, y comprobaron que no había más en las cercanías, se reunió con los cuatro voluntarios frente al pedazo de muelle, y les dio una última oportunidad.

-Si alguien quiere retirarse, que sea ahora. Nadie de los otros le dirá cobarde. El hombre vacilante, dio un paso atrás, y se retiró cabizbajo. Los demás, expresaron que no se retirarían hasta el fin.

-Militar, Omar, Giovanni, dejen sus armas, quédense solo con una cada uno. Sería un desperdicio que las armas se fueran con nosotros. Luego, Blasco, sacó tres monedas de su bolsillo, y tomó una última decisión. Tomen una moneda, y láncenla.Omar y Giovanni sacaron águila, Máximo sacó sol.

-Máximo, la suerte te ha sonreído, tu te vas con el grupo.

-¿Que? ¿Por que?Hay pocas posibilidades de sobrevivir. Alguien tiene que quedarse y dirigirlos para salir a buscar comida. ¿Tú crees que alguno de esos cobardes que no quisieron venir tendría el valor para hacerlo? Dependen de ti.

-Dijiste que nadie los llamaría cobardes –Dijo Omar, tratando de bromear.

-Dije que nadie de ustedes, yo puedo hacerlo cuanto quiera… ¡Cobardes!Todos rieron. Blasco, Omar y Giovanni avanzaron hasta el destruido pedazo de muelle y contemplaron la situación.
Las perspectivas eran sombrías. Tan cerca de la salvación, y a la vez, tan lejos de esta. Sin embargo, Blasco, tan sucio y tan cansado como alguien podía llegar a estarlo, no podía evitar pensar en que en realidad, era un final apropiado para su larga travesía.
Los no muertos que fondeaban la zona, apenas y podían avanzar, pero, lentamente cerraban el sitio, tratando de alcanzar a Blasco, Omar y Giovanni. Blasco recordó algo, y regresó junto a María diciendo:

-Casi lo olvido.

Blasco se quitó la única cosa que le había importado de su casa. Su vieja chaqueta de gamuza, pesada y descolorida y se la puso a María.

-¿Por que?-preguntó ella.

-No se si podamos atraer a todos los no muertos. Pero si llegase a quedar alguno, tendrán que pasar sobre él. Esta chamarra es de gamuza, no creo que te salve la vida por si misma, pero te servirá para quitarte alguna que otra mordida.

-¿No te serviría más a ti? -Dijo ella.

-No, si no sobrevives.
Regresó con sus amigos, y para su sorpresa se puso un chaleco salvavidas. A lo cual, todos lo miraron extrañado.

-Es que no se nadar -dijo encogiendo los hombros, con un gesto casi infantil. Todos rieron, nuevamente, liberando la tensión.

Pero era hora.Saltaron al agua y se movieron en diagonal hasta una escalerilla. Subieron y esperaron que el resto del grupo subiera a la balsa. Las uñas de los no muertos que fondeaban en la costa rechinaban en el caucho de la balsa, pero resbalaban sobre la superficie.
Blasco pasó la punta de su espada por la alambrada que los separaba de los no muertos, lo cual, atrajo a la muchedumbre de cuerpos podridos que se apilaba cada vez más. Tras la reja había rostros que, hasta hacía unos meses habían sido humanos, con una putrefacción notoriamente lenta, que solo les daba un aspecto aterrador. Cuerpos abiertos en canal, con sus vísceras expuestas o colgando de sus cavidades; rostros deformados por dentelladas humanas; miembros amputados a mordiscos que se hundían en la alambrada, tratando de alcanzar a los tres valientes.

Esta se estremecía cada segundo con el enorme peso que cargaba. La reja no soportaría y en unos segundos tendrían una multitud de no muertos encima. Había que abrir la puerta, era mejor enfrentarse a los no muertos en conforme atravesaran la puerta que a todos de golpe.
Blasco dio la señal, y la rejilla que separaba a los tres amigos de los no muertos fue abierta, y se desató el infierno.
La multitud de no muertos se dirigió hacia el escándalo y el grupo de supervivientes aprovechó el momento. Saltaron a la balsa y la llevaron remando hasta el pedazo de muelle, una vez que llegaron ahí, el militar dirigió una ronda de fuego, hacia el grupo de no muertos que estaban más atrás del campo de batalla, no derribó a ninguno, pero logró atraer la atención de un buen número de zombies, y aliviar de esa forma un poco la carga de los peleadores, luego, desde ahí, centraron la balsa hacia San Juan de Ulúa.

La pelea en la reja se hizo sangrienta, pero el furor en las manos de los EFEM hizo que sus golpes fueran certeros, y la espada, el hacha y el machete de los defensores del último rezago de humanidad pelearon con valor.Los EFEM eran menos, y aunque no pudieron con ellos, aquel día, hasta la muerte hubiera temblado de miedo...

Yo nací en un mundo de no muertos. Hace 20 años ya de esa pelea, y casi todos los moradores de esta fortaleza la recuerdan bien. Los EFEM entregaron su vida para que otros pudieran vivir. La familia de Blasco había llegado al fuerte, ellos debieron derribar el muelle, pero no estaba en él cuando los sobrevivientes llegaron. No encontraron más que algunas de sus pertenencias.

Su paradero es desconocido, pero aún se espera que regresen. Yo soy hijo de Lucero, una de las mujeres que se salvaron gracias a Blasco y los suyos. A veinte años de aquello, hay cosas que no han cambiado.

Los no muertos siguen en pie.

Las preguntas que todos se hacen es "¿cuando?" y "¿Por que?". Desde hace ya casi dos años es el hijo de Blasco y María quien dirige las incursiones a tierra, es menor que yo por unos cuantos meses, pero el tiempo y la edad son cosas sin importancia desde hace tiempo. El mismo Máximo lo entrenó lo mejor que pudo, y le entregaron la que fue la espada de Blasco, más por utilidad que por nostalgia.

Hace 12 años que no tenemos munición.

Hace 19 años que no se ha encontrado a ningún sobreviviente, y hace casi 16 que no salimos por comida, pero, siempre se necesitan herramientas y utensilios.

Se hicieron casas flotantes con los barcos aledaños, así que casi todo el espacio interior se aprovecha de algún modo. Hoy me enlisté en EFEM, como llaman los sobrevivientes a los que salen del refugio hacia tierra firme. Meli tuvo familia. Máximo se enamoró de Magdalena, una mujer que llegó a la fortaleza después de la pelea, con otro grupo de sobrevivientes.

El hijo de Blasco y María viven juntos, se apropiaron de la torre que está en el Baluarte de San Pedro, al suroeste de la fortaleza. Hasta el día de hoy, aún se le puede ver oteando y buscando, esperando el día que la familia de su padre regrese a la fortaleza.
Los EFEM pelearon en desventaja sabiendo sus posibilidades para darles a otros la oportunidad de vivir, por eso me enlisté. Yo estoy en deuda, al igual que todos los demás, y aunque se que hay pocas esperanzas, quiero creer que algún día, la humanidad vencerá en este mundo de no muertos.

"Este trozo de hoja fue encontrado flotando en el mar por otros supervivientes que se encontraban al sur, cerca de lo que alguna vez fue un complejo turístico, El papel estaba manchado completamente de sangre. Cuando un grupo de personas trató de llegar hasta la fortaleza, descubrieron que, misteriosamente había sido atacada por los no muertos y no había nadie con vida..."

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